Me preguntaba quién era esa silueta bajo la lluvia. Una pregunta absurda y nostálgica.  A mi, de vez en cuando, me asaltan esas dudas: ponerle rostro e historia a la gente anónima de las fotografÃas. Y sé, con seguridad, que no soy la única.
Le pregunto al autor de la fotografÃa (André Kertész), le pregunto si conoce a esa figura que camina. Me habla del lugar, del dÃa, de esa lluvia incesante, me habla del ángulo desde el que dispara su cámara, ese ángulo que tantos disgustos le dio.  Sus ángulos se consideraban poco ortodoxos.  En realidad, qué es ortodoxo.
La figura que camina seguro que nunca se ha preguntado si ese paseo era el adecuado o no.  ApostarÃa mi mano y mi pie derecho a que esa figura, inconsciente ante el acto de ser fotografiada,  le importaba bien poco la lluvia.  Probablemente regresaba a casa tras un dÃa de trabajo, o se dirigÃa a un cine, para resguardarse de la lluvia, o necesita ver a alguien sin demora alguna.
Los dÃas de lluvia son demasiado raros y extraños y el ángulo con el que cada uno lo mira, depende de demasiadas cosas que al fotógrafo le resulta imposible captar.